La claustrofobia es más que un simple miedo a los espacios cerrados; es una respuesta intensa, a veces incapacitante, que puede surgir incluso en situaciones cotidianas. Usualmente, se acompaña de ataques de pánico y de comportamientos de rechazo y aislamiento, que pueden afectar la vida cotidiana.
En este artículo vamos a profundizar en qué es la claustrofobia, cuáles son sus síntomas más comunes y por qué se desarrolla
¿Qué es la claustrofobia?
Es una fobia específica que se caracteriza por un miedo irracional y persistente a los espacios cerrados o con posibilidad limitada de escape. Quienes la padecen, suelen experimentar ansiedad extrema al encontrarse en lugares como ascensores, habitaciones sin ventanas, túneles, aviones o incluso en medio de una multitud.
Según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5), la claustrofobia se clasifica dentro de las fobias específicas, y se activa ante la percepción de estar atrapado(a) o encerrado(a). Esta sensación genera una respuesta de miedo desproporcionado a un peligro imaginado, activando el sistema de alerta del cuerpo, como si se tratara de una amenaza real.
Lo que realmente provoca pánico en la claustrofobia, es la idea de tener una crisis o perder el control y no tener forma de escapar. Quienes sufren de esta fobia, experimentan pensamientos anticipatorios, de escenarios ficticios, en los que están en el ascensor (por ejemplo), comienzan a sentirse mal, se desencadena un ataque de pánico y, debido al espacio y el contexto, no reciben la ayuda adecuada o a tiempo.
Estas ideas hacen que la persona evite muchos lugares y situaciones, al mismo tiempo que experimenta nerviosismo y ansiedad, sin siquiera encontrarse en la situación de “peligro”. Aunque se estima que afecta a alrededor del 5% al 10% de la población mundial, muchas personas no buscan tratamiento por considerar que es un “temor manejable”, sin notar cuánto puede limitar su vida diaria
¿Cuáles son los síntomas de la claustrofobia?
Los síntomas pueden variar según la persona y el grado de intensidad de la fobia, y se dividen en físicos y psicológicos.
Síntomas físicos de la claustrofobia
Cuando una persona con claustrofobia se encuentra en un espacio cerrado, su cuerpo reacciona como si estuviera en una situación de emergencia real, con síntomas como:
- Palpitaciones o taquicardia.
- Sensación de asfixia o falta de aire.
- Presión en el pecho.
- Sudoración excesiva.
- Mareos o sensación de desmayo.
- Temblores y tensión muscular.
- Náuseas o malestar estomacal.
Estas respuestas físicas forman parte del mecanismo de “lucha o huida”, un sistema de defensa activado por el cerebro ante el miedo, aunque el peligro no sea real.
Tales síntomas pueden desencadenar un ataque de pánico, y además, refuerzan la idea de que el lugar es peligroso y lo mejor es evitarlo completamente. Mientras más se repitan estos síntomas cuando la persona esté en lugares cerrados, pues mayor será el miedo, aunque sea injustificado.
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Síntomas emocionales y psicológicos
A nivel psicológico, la claustrofobia genera una gran carga emocional, desencadenando síntomas como:
- Ansiedad anticipatoria (preocupación excesiva antes de entrar en un lugar cerrado).
- Pensamientos catastróficos de muerte o daño inminente.
- Sensación de pérdida de control o miedo a “volverse loco”.
- Necesidad urgente de escapar del lugar.
- Evitación de situaciones que podrían desencadenar una crisis.
- Vergüenza o frustración por no poder controlar la reacción.
En casos severos, estas sensaciones pueden derivar en ataques de pánico, con una intensidad emocional muy elevada, que puede incapacitar a la persona y perdurar el resto del día, inclusive.
¿Por qué algunas personas desarrollan claustrofobia?
Una de las causas de la claustrofobia es haber vivido una experiencia traumática en la infancia o adolescencia, que haya provocado una sensación de ahogo, vulnerabilidad o encierro. Es decir, la experiencia traumática no debe ocurrir necesariamente en espacios pequeños o cerrados, pero sí debe asociarse con sensaciones como estar atrapado(a), no poder escapar, estar vulnerable, etc.
También influyen factores genéticos y biológicos. Estudios de neuroimagen han demostrado que las personas con fobias específicas presentan una mayor activación en la amígdala, la zona del cerebro encargada de procesar el miedo. Además, hay una tendencia hereditaria: si uno o ambos padres sufren de algún trastorno de ansiedad, entonces aumentan las probabilidades de desarrollar claustrofobia.
Por otro lado, el aprendizaje vicario también juega un papel importante. Ver a alguien cercano reaccionar con miedo ante espacios cerrados, puede condicionar a una persona a desarrollar esa misma reacción con el tiempo.
¿Cómo identificar si padeces claustrofobia?
La claustrofobia no siempre se manifiesta de forma evidente; a veces, se expresa mediante pequeñas evitaciones o incomodidades que la persona no logra explicar del todo. E incluso con sensaciones de malestar leve o moderado, quizás “tolerable”, que la persona intenta soportar.
Situaciones frecuentes que desencadenan claustrofobia
Algunos escenarios que pueden provocar síntomas en personas con claustrofobia son:
- Viajar en ascensores o túneles.
- Estar dentro de un avión, tren o automóvil en tráfico pesado.
- Someterse a exámenes médicos como la resonancia magnética.
- Permanecer en habitaciones sin ventanas o en espacios muy concurridos.
- Usar baños públicos pequeños o probadores.
- Conciertos, discotecas o bares con gran multitud de personas.
Esta fobia puede limitar seriamente la rutina: desde evitar trabajos que requieran estar en oficinas cerradas, hasta rechazar invitaciones sociales o actividades recreativas. Con el tiempo, esta evitación puede generar aislamiento, disminución de la autoestima y dificultades en las relaciones personales
Además, si no se trata, puede intensificarse y generar otros trastornos como agorafobia o ansiedad generalizada.
Saber qué es la claustrofobia y reconocer sus síntomas es el primer paso para entender este trastorno y buscar una solución efectiva. Esta fobia es tratable, y con la ayuda adecuada, es posible recuperar el control y volver a disfrutar de los espacios sin miedo.