La agorafobia es un trastorno de ansiedad que se caracteriza por un miedo intenso a situaciones en las que escapar podría ser difícil o en las que no se podría recibir ayuda en caso de sufrir una crisis. Sin embargo, no todas las personas experimentan este trastorno de la misma manera. 

Existen diferentes tipos de agorafobia, y reconocerlos correctamente es esencial para aplicar un tratamiento efectivo

Tipos de agorafobia: ¿cuáles son y en qué se diferencian?

Aunque comúnmente se asocia la agorafobia con los ataques de pánico, este trastorno puede presentarse de distintas formas. Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), la agorafobia puede existir como diagnóstico independiente o estar relacionada con otros trastornos de ansiedad. 

Estos matices son clave, para entender el comportamiento de quien la padece y su evolución en el tiempo.

1. Agorafobia con ataques de pánico

Este es el tipo más reconocido y documentado. Se presenta cuando una persona comienza a evitar lugares o situaciones específicas por temor a sufrir un ataque de pánico y no poder escapar o recibir ayuda. 

Según datos de la American Psychiatric Association, este subtipo representa una gran parte de los diagnósticos de agorafobia.

Características principales

La agorafobia con ataques de pánico suele aparecer después de haber experimentado uno o varios episodios intensos de ansiedad en espacios públicos, como centros comerciales, transporte público, conciertos o incluso en la calle. 

El miedo de esta fobia, se instala cuando el cerebro asocia ese entorno con una amenaza o una sensación de peligro, y la persona comienza a evitar esas situaciones, lo que puede derivar en un aislamiento progresivo.

Una persona que sufrió un ataque de pánico en el metro puede desarrollar un miedo intenso a volver a usar el transporte público. Otra, que vivió una crisis de ansiedad en una multitud, podría empezar a evitar conciertos, supermercados o incluso salir sola de casa. 

En estos casos, la evitación no está motivada únicamente por el entorno, sino por el recuerdo de la experiencia traumática vivida allí.

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2. Agorafobia sin historial de trastorno de pánico

Aunque es menos frecuente, algunas personas pueden desarrollar agorafobia sin haber tenido ataques de pánico previos. Este tipo también está reconocido por el DSM-5, y suele pasar desapercibido o confundirse con otras formas de ansiedad o fobia social.

¿Cómo reconocer este tipo?

En este caso, el miedo no está vinculado a una experiencia concreta de pánico, sino a una sensación anticipatoria más difusa. Las personas sienten temor a desmayarse, perder el control o exponerse al juicio de los demás en lugares abiertos o desconocidos, sin haber vivido episodios previos de ansiedad extrema. La evitación ocurre igualmente, pero sin el antecedente de un ataque de pánico.

Diferencias con la agorafobia clásica

La principal diferencia radica en el origen del miedo. Mientras que en la agorafobia con ataques de pánico, el miedo está claramente asociado a una experiencia anterior, en esta variante el temor puede surgir sin una causa aparente. 

Esto hace que el diagnóstico sea más complejo, ya que los síntomas pueden confundirse con los de otros trastornos como la fobia social o la ansiedad generalizada.

3. Agorafobia asociada a otros trastornos de ansiedad

La agorafobia también puede presentarse como una comorbilidad, es decir, junto a otros trastornos de ansiedad. En estos casos, no es el diagnóstico principal, pero sí un componente que agrava el cuadro clínico.

Agorafobia y ansiedad social

Cuando la agorafobia se combina con la ansiedad social, el miedo a los espacios públicos se intensifica por el temor al juicio o la evaluación negativa de otras personas. 

Esto es común en personas que evitan interactuar socialmente por inseguridad o baja autoestima. En estos casos, la evitación no solo responde al miedo a una crisis, sino también a la vergüenza o al rechazo.

Agorafobia y ansiedad generalizada

La ansiedad generalizada se caracteriza por una preocupación excesiva y persistente sobre múltiples aspectos de la vida diaria. Si se combina con agorafobia, la persona puede sentirse constantemente en peligro, interpretando como amenazas situaciones cotidianas como hacer la compra o esperar en una fila. 

Esto incrementa el aislamiento y la dependencia de entornos seguros, ya que las personas suelen quedarse en casa, resistiéndose incluso a cumplir con responsabilidades importantes, como trabajar.

Detectar con precisión cuál de los tipos de agorafobia está presente en cada persona, es crucial para elegir el enfoque terapéutico más adecuado. Por ejemplo, la terapia cognitivo-conductual centrada en la reestructuración del pensamiento, puede ser muy eficaz en casos con historial de pánico, mientras que la exposición gradual y el entrenamiento en habilidades sociales, son útiles cuando hay componentes de ansiedad social.

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Cada caso es único y merece una atención cuidadosa que considere los síntomas, los antecedentes y los factores asociados. Identificar los tipos de agorafobias es el primer paso para recuperar la autonomía y mejorar la calidad de vida. Si tú o alguien cercano presenta señales de agorafobia, acudir a un especialista es fundamental para iniciar el camino hacia la recuperación. 

Si te resistes a comenzar con terapia, entonces prueba esta ruta psicológica con ejercicios para la agorafobia.